Muchos emprendedores y dueños de negocios creen que la marca es solo el logo de la empresa o el nombre de un producto en particular, pero no es así. La marca es mucho más que eso. Es una promesa que se hace a los clientes que quieren negociar y la cual se debe cumplir.
Cuando alguien cumple lo que promete o es consecuente con lo que dice, genera confianza en los demás. Lo mismo sucede con las marcas.
Una marca sólida despierta en el consumidor ciertas emociones y experiencias sensoriales que la hacen única y la diferencian de las otras. Y es que nuestra mente asocia todo lo que olemos, oímos, vemos, tocamos o hacemos, con algo almacenado en ella. Cuando entramos a una tienda o escuchamos un jingle publicitario o vemos un logo de algún producto, inmediatamente nos conectamos con su marca y esa conexión nos transmite la sensación de lo que es, lo que nos ofrece y el por qué debemos elegirla por encima de las demás.
Una marca es una experiencia que emociona, es un cúmulo de sensaciones que cada persona percibe acerca de una empresa, sus productos o servicios y que por consiguiente la hacen única en el mercado.
Las marcas no solo son activos estratégicos, también son activos financieros y esto es porque una marca sólida desarrolla lealtad y fidelidad en el cliente e incrementa el valor de una empresa y este valor sigue creciendo cuando se invierte en esta marca.
Pero una marca le aporta a una empresa o un negocio muchos más beneficios: